16 octubre 2012

muñeca II


Habían pasado tres años desde la desaparición de Andrea Luján. En ese tiempo acababa de graduarme de la academia e ingresaba al departamento como archivista, al parecer los policías de generaciones mayores que la nuestra, no permitían que ni mis compañeros ni yo nos acercamos a las investigaciones, ni siquiera, para leer los expedientes; por esa razón me enteré muy poco del asunto. eso si, la foto de esa chica apareció en todos los periódicos,  noticieros y en las calles. Sus padres desplegaron todo un operativo de búsqueda. Mis superiores intentaron desaparecerlos de la escena diciéndoles que lo más seguro era que la muchacha había escapado con su novio, y era posible, dado que el tal Alexander Kaplan había desaparecido dos semanas antes, dejando completamente vacío su departamento, la sospecha se hizo seguridad cuando compañeras de Andrea Luján aseguraron que ambos mantenían una relación amorosa desde el tercer semestre de la carrera, poco después de que éste se integrara a su grupo. “No se trata mas que de caprichos de niñitos ricos y consentidos” escuche decir al que en ese entonces, era mi jefe.

Todos en el departamento sabíamos que no se trataba de un juego o un berrinche, lo sentíamos, podíamos olerlo cada que sus padres entraban a amargarnos el almuerzo preguntándonos por novedades; y por supuesto que ellos tampoco lo creyeron, estuvieron atosigando a mi jefe aún varios meses después de haber dado por cerrado el caso. Creo que el cansancio y la impotencia derrotaron su espíritu, un año después leí el obituario de su madre. Las desgracias para esa familia fueron como bombas que una a una terminaron por acabarla. Con la gran búsqueda de su hija habían quedado prácticamente en la ruina, y cuando la destrozada madre enfermó de cáncer no se pudo hacer nada para salvarla, o al menos eso me contó doña Sarita, la secretaria de mi jefe y el paño de lágrimas en repetidas ocasiones de los padres.

Mis superiores no pusieron mucho interés en ese caso, pero si hubieran puesto todas sus energías en resolverlo, nos hubiéramos evitado tanto sufrimiento, durante todo este tiempo… Aunque bueno, nadie hubiera sido capaz de hacerlo hasta encontrarse en mi situación:

Corría el mes de Septiembre, yo acababa de ser ascendida tras la jubilación de mi jefe. Apenas comenzaba el festejo por ya no tener que soportar al odioso y gritón de mi jefe, cuando una llamada transformaría la vida de todo el departamento de policías. Una chica de aproximadamente 23 años había desaparecido sin dejar ni una sola pista.

Nos dirigimos a la casa, la madre estaba caminando de un lado a otro y miraba de hito en hito por la ventana, tenía los ojos hinchados de tanto llorar, el cabello alborotado y parecía un animal enjaulado propenso a sufrir un ataque de nervios en cualquier momento. Me presenté y comencé a hacerle las preguntas de rutina; apenas y podía contestarme, sollozaba desesperadamente, mi pecho se apretaba al verla en ese estado. “Usted nunca podrá llegar a ser como yo” recordé las palabras de mi jefe “No tiene la fuerza para cumplir con esta labor, en este trabajo se necesita dejar a un lado el corazón y el estómago”. Me puse de pie.

 -Mi Edith nunca se escaparía señorita. Es una buena muchacha – Musitó la madre antes de ponerse a llorar con mayor intensidad.

Comenzamos a investigar la habitación de la desaparecida. La ventana que daba al patio estaba completamente abierta. La cama deshecha y todo parecía en su sitio, abrí sus cajones y todo estaba en perfecto orden. En su escritorio había bastantes cajitas de decoración, las abrí una por una, encontrando en ellas clips, gomas, tarjetas post-it y demás utensilios escolares. Uno de los cajones del mueble llamó mi atención, tenía una chapa que denotaba la antigüedad del escritorio, la llave estaba pegada y lo abrí, es su interior había una rosa marchita, tenia un listón negro amarrado, la saqué para poder seguir viendo el interior del cajón, una pequeña hoja se desprendió del listón <<por siempre mía>> decía. Se la entregué a Cristóbal para que la metiera en una bolsa de evidencia.

-¿No se supone que el lugar de una como esta es en un florero? –Preguntó

-Al parecer fue regalada ya marchita, mira el listón y la nota

-¡Que tétrico! Y yo que pensaba que la muchacha era todo menos “dark”

-Puede tratarse de una mala broma, o de un acosador. De otra forma no estaría en este cajón–Continuamos con nuestra búsqueda. -Encontré cartas muy extrañas y con un desagradable aroma, el papel  era muy grueso, en su interior había frases acosadoras como <<ya eres mía>>, <<cada vez estoy más cerca de ti>> y <<no tiene caso que te resistas>>, debajo de estas leyendas había extraños símbolos dibujados con lo que a primera vista parecía tinta café, más abajo había una rúbrica extraña, larga y de la que sólo pude identificar una K en lo que parecía ser el apellido.

-Dafne tienes que ver esto –Dijo Cristóbal serio, enseguida me acerqué a la cama mientras mi compañero levantaba las sábanas.

-Es orina.

-No creo que se haya ido de casa por mojar la cama. Digo, ya es muy grande para hacerlo pero con un cambio de sábanas se hubiera solucionado todo.

-Cristóbal cállate, si la madre te escuchara nos meterías en problemas a todos. Sigue revisando ese cajón, yo iré a revisar el baño. –Cuando entré a la blanca habitación un intenso olor a rosas se adentró inmediatamente en mi garganta provocando tos. Todo parecía estar exactamente en su sitio. Junto a la regadera había una botella de limpiador y un cepillo.

-Eso no es de mi Edith, señorita, ni siquiera es la marca que usamos. –Inmediatamente miré a la madre.

-señora, estamos haciendo una investigación y usted no puede estar aquí, por favor acompáñeme.

-ella odia el aroma a rosas. Alguien perfumó este lugar. –Afirmó la mujer aún más angustiada -¿Y si esa persona se llevó a mi niña? ¡Ay Dios mío! –la mujer se llevo una mano a la boca

-Venga conmigo señora –la tomé por la espalda para sacarla de la habitación mientras miraba a Cristóbal –Cuénteme más sobre su hija, ¿Le dijo de alguien que la molestara? ¿Tuvieron alguna pelea?

-Dafne, ya interrogamos a todas las amigas de Edith Jiménez. Todas coinciden con la madre en que no tenía enemigos a excepción de una cosa: un hombre intentaba conquistarla. Dicen que frecuentaba la escuela continuamente, de un mes para acá puso especial interés en Edith pese a la negativa de ésta por caer ante sus galanterías. Tal vez se trate del secuestrador.

-¿Y el nombre? ¿Alguna dio una descripción?¿Alguien vio que le entregara las cosas que encontramos en la habitación?

-El hombre es alto, musculoso, cabello negro, piel blanca y ojos grandes, labios delgados; según algunas, se trata de un hombre atractivo, está cerca de los 25 años, tiene una cicatriz cerca del oído derecho y, escucha esto, en todas las veces que se apareció por la universidad llevaba vestimenta negra.

-¿Te dieron algún nombre?

-Solo que se llama Ewan

-Cristóbal tenemos que dar con ese sujeto, la muchacha puede seguir con vida. Todo apunta a que ese hombre sea el responsable de esto.

En ese momento mi celular sonó, al contestar la madre de Edith estaba ahogada en llanto “tiene que venir” fue lo único que puede entender. Colgué y enseguida salí junto a Cristóbal, ambos sabíamos que se trataba de algo importante.

Al llegar, la mujer salió a nuestro encuentro, tenía una hoja en la mano:

Mamá si estás leyendo esto es porque sucedió lo que yo temía, lleva todo lo que está en mi cajón a la policía, diles que son de Ewan Kaplan y por ningún motivo abras la puerta si no sabes de quien se trata. Estoy segura que tendrás la fuerza para superar esto. Te amo.

 Edith.

-¿Quién le dio esto? –Le pregunté a la mujer que había entrado en una crisis nerviosa

-Cuando Edith era niña le gustaba dibujar –Paró un momento a causa del llanto – Ella siempre me dejaba sus dibujos debajo de una bailarina de Ballet que hay en mi habitación, hoy por la mañana, vi la hoja de papel, no le había dado importancia porque Edith dejó de hacerlo hace muchos años. Esa es la letra de mi hija señorita, estoy segura. –La mujer irrumpió en llanto de nuevo.

-Encárgate de investigar todo acerca de ese hombre –Dije a Cristóbal mientras daba a la mujer un pañuelo

-¿ese hombre le hará daño a mi hija? –preguntó la mujer aún llorando.

-Su hija fue muy valiente al acusar a su agresor señora, le prometo que vamos a dar con ese sujeto.

Cristóbal entró a mi oficina como un torbellino, había algo en su rostro que anunciaba un hallazgo. Entró con un fólder en las manos.

 –Dafne no hemos encontrado nada de ese tal Ewan Kaplan pero… –Su voz se cortó para tomar una bocanada de aire y seguir con su narración. –Estaba seguro de haber escuchado ese apellido antes, pero no recordaba en donde, comencé a buscar en los expedientes viejos y encontré esto.

Arrojó sobre mi escritorio el folder, al abrirlo descubrí que se trataba del caso de Andrea Luján, comencé a hojearlo. Había una fotografía de Andrea y tras ella una de Alexander Kaplan.

-Coincide con la descripción de Ewan, Cuando Alexander desapareció tenía casi 20 años, encaja perfecto con nuestro sospechoso. Dafne, yo fui parte de esa investigación y hay algunas coincidencias en ambos casos. Por ejemplo, encontramos una rosa en el bote de basura de la casa, estaba cubierta de sangre seca de un animal. El comedor  tenía un asfixiante olor a rosas pero la madre declaró que no usaba aromatizantes porque su esposo era alérgico a ellos. Si Alexander Kaplan es Ewan entonces Andrea Luján no huyó de su casa como todos pensamos en ese tiempo y estamos apunto de dar con el secuestrador de ambas mujeres.

Después de asegurarnos de que el hombre que buscábamos era Alexander Kaplan, desplegamos un operativo de rastreo que parecía eterno. Por fin, y después de dos meses, el dueño de un negocio cercano a la escuela a la que acudía Edith Jiménez, lo vio platicando con una joven y de inmediato lo reconoció; poco tiempo nos bastó para enterarnos de la identidad de su posible nueva víctima y la interrogamos. La chica no paraba de llorar y tras varios minutos de preguntas sin respuesta, dijo absolutamente todo lo que sabía:

“Conocí a Ewan hace poco, es bueno y muy guapo pero se fijó en Edith y no en mí. Como ella desapareció pensé que podía lograr que se fijara en mí, pero no dejaba de hacerme preguntas acerca de ella. Yo le dije que no sabía nada, y era cierto, en la escuela los maestros nos evaden cada que les preguntamos por ella, así que dejó de preguntarme. –En ese momento recordé a mi antiguo jefe: <<Ustedes las mujeres no sirven para este trabajo, son muy chismosas, muy argüenderas, y lo peor de todo, muy cursis. Ser policía es para hombres, porque nosotros no nos andamos con esas idioteces.>> Recordé también cómo se intentaba inútilmente subir el pantalón, mientras su enorme abdomen se lo impedía y el peso de la pistola lo regresaba al mismo sitio.

-Un día me llevó a su departamento…, pero no hicimos nada malo, me enseñó su colección de animales disecados que la verdad, a mí me dan mucho asco, y también todos sus libros… pero esa no era su verdadera casa, ahí solo guarda algunas cosas y duerme cuando va a verme a la escuela.

-¿Cómo sabes que ese no es su verdadera casa? –Pregunté fingiendo curiosidad inocente mientras me sentaba frente a ella con la plena seguridad que cada una de las palabras de esa jovencita ayudarían a resolver el caso.

-Pues porque lo seguí –Respondió con acento de obviedad que enseguida se convirtió en nerviosismo al verse delatada. –Es que… es que… bueno, no lo seguí, estuvimos a punto de besarnos pero él me dijo que tenía cosas que hacer y que ya era tarde, salimos de su departamento y comenzó a caminar. Ni siquiera se despidió de mí.  Yo sabía que él todavía pensaba en Edith, y si no, quería saber que cosa era más importante que yo. ¡Yo que tanto lo quiero!

-¿Y qué pasó después?

-Pues que llegó a otra casa, una de verdad, muy grande, casi una mansión al no ser porque es muy vieja. Entró y se quedó ahí toda la tarde… Al principio pensé que iba a trabajar o algo así, pero no había nadie más ahí, y él lleva siempre las llaves de esa casa junto a las de su carro. Me enojé mucho porque pensé que se había quedado de ver con alguien, incluso llegué a pensar que con la misma Edith, porque según me dijo doña Elena, ella se había escapado de su casa, pero nadie llegó, y si le digo nadie, es nadie…

-¿Pero no creíste que tal vez la persona que iba a ver ya lo esperaba dentro de la casa? -La interrumpí.

-Pues claro que sí, ¡si no soy tan tonta! Por eso me asomé por una de las ventanas y lo ví cocinando. La verdad yo me fijé bien en toda la casa, y le puedo jurar que no había nadie con él, además el me lo juró.

-¿Cómo que te lo juró?

Ah! Pues es que como estaba bien fijadita en lo grande que era la casa y en encontrar a la mensa de Edith con él, pues que voltea y me ve.  

-¿y qué pasó?

-Pues salió muy enojado, me gritó que qué hacía ahí, y otras cosas. Yo me puse a llorar por el susto y le dije la verdad, le dije que estaba muy celosa de esa Edith que ni lo quería, mientras que yo si lo quería y mucho. El me abrazó, luego me dio un beso y me llevó a mi casa. Ah pero eso sí, antes me juró que estaba solo y que esa era la casa de su papá que yo no debía volver ahí jamás y que si yo lo obedecía entonces pronto sería mi novio.

Me levanté como si tuviera un resorte, esa joven locamente enamorada me dio un poco de lástima, el tipo sólo la había utilizado, de haber sabido la razón por la que buscábamos a su amor platónico en ese mismo instante hubiera caído del acantilado más alto que existe y se llama corazón roto.

La joven tenía razón, en el departamento no vivía absolutamente nadie, ni siquiera había cama. La cocina estaba vacía, no había ni un trasto ni restos de comida. El ardor en mi garganta apareció de nuevo gracias al penetrante olor a rosas. Grandes libreros adornaban tres de las paredes del departamento, en sus repisas bajas había libros acerca de anatomía humana, en las repisas más altas había, gatos, armadillos, aves y otros animales disecados. Frente al muro que estaba descubierto y que albergaba la única ventana que iluminaba el interior, había un diván rojo, junto a él, una mesita de noche con una lámpara y un libro con la esquina superior de la página 78 doblada. La única habitación del departamento estaba cerrada con llave; Cristóbal rompió la cerradura de una patada, al entrar encontramos cuadros pegados en diversos puntos de las cuatro paredes que conformaban la habitación, todos ellos eran de óleo, realmente no había ningún tipo de arte en ellos, pinceladas rojas y negras componían cada uno de los  cuadros.

Cada uno de los sitios de ese departamento estaba en perfecto orden, el lugar había sido cuidadosamente limpiado y ninguna cosa a excepción del libro de la mesa de noche, parecía fuera de lugar. Cristóbal y yo salimos en busca de Alexander Kaplan, estábamos convencidos de encontrarlo en la mansión.

Cuando llegamos encontramos un gran jardín seco y sin rastros de haber sido cuidado al menos en años.se trataba de una casa sumamente vieja, tal y como la joven interrogada la había descrito. Al entrar el olor a rosas nos dio la bienvenida, gritamos policía pero la respuesta fue un electrizante silencio. Todo, al igual que el departamento estaba ordenado y limpio, una hermosa sala beige convertía el lugar en algo acogedoramente siniestro en compañía de un comedor europeo hecho con una fina y oscura madera; sobre la mesa había un plato y una copa limpios, junto a ellos un tenedor y un cuchillo que, en conjunto, esperaban ser ocupados en la cena.

Unas largas escaleras conducían hacia el segundo piso de la enorme casa y hacia una biblioteca en la parte baja, muy cerca de los cimientos; por mucho, era más amplia que la que se hallaba en el departamento. Cristóbal volvió de la cocina, sus ojos me dijeron que no había nadie en ella, miré hacia las escaleras, estaba segura que encontraríamos a Kaplan arriba, comenzamos a subir, en cada escalón mi corazón aumentaba la velocidad de sus latidos. A mi mente vino la imagen de mi jefe: <<Cuando sea capaz de dispararle a un hombre, ese día va a ser digna de portar una placa, pero como las mujeres son débiles y cobardes por naturaleza, pues no creo que sepa ni siquiera cómo agarrar una pistola>> el muy maldito jamás había herido a nadie con su arma, en la estación se rumoraba que la única vez que de su pistola había salido una bala, fue porque al guardarla sin ponerle el seguro se había disparado en la pierna, por supuesto que nadie de nosotros le había preguntado, el hacerlo nos habría costado el trabajo y la profesión, pero un ligero rengueo cuando se sentía cansado, nos daba un atisbo de seguridad sobre la autenticidad del rumor.

Al llegar arriba abrí, la primera puerta, se trataba de una habitación olvidada, llena de polvo y completamente vacía. Supuse que se trataba de una habitación para huéspedes, pero me cercioré que hasta debajo de la cama, no hubiera nadie. Cristóbal, que se encontraba tras de mí abrió la siguiente puerta, entró con la pistola por delante a lo que parecía la habitación de Kaplan, cubría su espalda, el entró al baño mientras yo abría el gran ropero, todo estaba intacto, como si la habitación de huéspedes llena de polvo, fuera un universo completamente distinto al resto de la casa, en la habitación había una ardilla, un búho, un perro, un zorro e incluso un mono, todos estos animales habían corrido la misma suerte que los que se encontraban en el departamento. Sentí cómo mi estómago se hacía un nudo, mi frente empezó a sudar, Cristóbal me señaló otra habitación, cuando nos dirigimos a la puerta pude ver una caja de cristal colgada en la pared, en su interior había una colección de instrumentos quirúrgicos muy antiguos y otros tantos oxidados muchos de ellos me parecieron instrumentos de tortura.

La última habitación estaba cerrada con llave, creímos que ahí se encontraba Kaplan, tiramos la puerta al patearla pero no había nadie, El  lugar también estaba limpio aunque parecía que nadie había estado ahí desde hacía varios años. El único objeto que estaba en las paredes era una fotografía en blanco y negro que por lo vieja se tornaba en un color amarillo, era de un hombre de edad adulta, cabello negro y lentes redondos, tenía un bigote muy al estilo de los años 30 y enmarcada en una bata blanca había un corbata que lo hacía ver como alguien de bastante prestigio.

Sobre la cama, había un traje café oscuro acompañado de una bata que con el tiempo se percudió, los lentes redondos de la fotografía estaban también en la cama, debajo de ellos había unos guantes de látex. En conjunto, todos esos objetos y prendas parecían un altar que hizo que mi columna se estremeciera hasta ponerse completamente erguida.

La casa ya parecía completamente sola cuando encontré otras escaleras, esta vez mucho más angostas que las que nos había llevado a las habitaciones. Entré despacio, algo dentro de mí gritaba que me detuviera, que parara y corriera escaleras abajo. Callé esa voz pasando saliva y cuando por fin estuve adentro, deseé con todo mi ser haber escuchado a esa voz interior.

Continuará...

3 comentarios:

  1. wow!!! me encanta que hayas cambiado de personaje, aunque claro, la pobre Andrea ya no podia narrar =( espero con ansia la 3era parte, estoy segura que Dafne le dara su merecido a ese lunatico solo por cerrarle el pico a su exjefe (aunque conociendo tu forma de escribir estoy segura que nos tendras algo inesperado, pero eso me gusta mucho, nunca te vas por los obvios "finales felices")

    Saludos!

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  2. Genial!!!!!! Me emocione, estare esperando la continuacion... valla que me quede pensando en lo que podra pasar...
    Jajajajaj no es por mala onda pero eso que dijo Yuditsa : "la pobre Andrea ya no podia narrar" sono chistoso, pero espero leer la continuacion pronto...
    :)

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  3. Bastante digerible la lectura me agrada :) leeré el prox. Capítulo

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